Tengo mucha sed, despierto con la boca seca y
apestosa. Me estiro dando vueltas sobre la cama. Bostezo abriendo los ojos a un
nuevo amanecer, a un respiro más de vida, a un latido más de mi corazón y me
preparo para ser lastimado. Me siento un breve momento antes de levantarme por
completo, para permitirle a mi sistema nervioso reaccionar.
A cada parpadeo que doy una fina aguja envenenada
se abre camino por la húmeda suavidad de mis ojos. Me duelen los pulmones.
Necesito un cigarro. Tomo el último de la cajetilla y la duda me invade. Si lo
fumo ahora, ¿qué fumaré después? Pero si lo pienso, si lo fumo más tarde cabe
la posibilidad de que sufra un accidente y muera sin haber fumado el último
cigarro.
Aún aletargado, me paro frente al espejo. Ignorando
las lágrimas, me rasuro, y fumo. Me cuesta trabajo respirar. El cigarro quema
mi garganta. Toso secamente y tras un impulso de convulsionarme escupo un
enorme coagulo de sangre con pelos.
¿Qué diablos es eso?
Parece un animal agonizante aspirando sus últimos
soplos de vida. Palpitando hasta detenerse. Creo que es mi corazón y se ha
suicidado. Miro en el espejo buscando una explicación y en vez de eso encuentro
una mirada de pánico. Doy un toque más a mi cigarro antes de apagarlo. Sé que
me arrepentiré después.
¿Cuándo me comí esa cosa? Escupo grandes bolas de
pelo con frecuencia, pero nunca con sangre.
Tienes que ir al medico.
No. ¿Que tal si me dice que estoy enfermo?
Al menos deja de fumar.
¿Sólo por una pequeña piedra de sangre coagulada en
mi bola de pelos?
Si. ¿O te vas a esperar a escupir la rata completa
para dejarlo?
Tengo mucho frío. Estoy muy pálido, mis ojos están
irritados y mis dientes manchados de sangre. Luzco como un vampiro hepatítico.
Me veo... poca madre.
Recojo la sanguinolenta bola de pelos. La guardo en
una caja de cartón que acomodo bajo la cama. Me despejo un poco lavándome la
cara, levanto mi ropa del piso. Torpemente me pongo un azul pantalón de
mezclilla, entubado, muy ajustado.
Tiene manchas de colores que jamás había visto,
bueno la de la entrepierna es roja, porque sabe a salsa catsup. Tomo una
playera amarilla que escrito tiene en el pecho con letras negras “no me duele”.
Recojo un par de calcetas. Están tristes y prefieren quedarse en casa este día.
Me pongo mis viejos tenis. No los he lavado desde la última inundación. Si los
exprimes con fuerza puedes hacerlos llorar.
Tengo sed. Miro alrededor de la alcoba intentando
enfocar un vaso, que encuentro sobre la cómoda debajo de mis frustraciones.
Entro al baño para servirme un refrescante tanto de agua del escusado. Bebo
aceleradamente intentando no ahogarme con los pedazos de excremento. Creo que
debí jalar la palanca del inodoro antes de servirme, pero pienso que es bueno
que todo vuelva al lugar del que proviene. Bebo... refrescante...
Hay momentos en que realmente la vida me sabe
asquerosa, pero el mal sabor siempre se pasa con un delicioso vaso con agua;
eso, o me estoy acostumbrando al sabor de la mierda.
Me pongo una gabardina negra y rota como mi futuro.
Me mojo el cabello. Me veo una ultima vez en el espejo antes de irme. Me gusta ver
como escurre el agua por mi rostro hasta mis hombros.
Me voy. No sé muy bien a donde pero aun así me voy.
Sólo me dejo guiar por las calles que me parecen hostiles y las paredes
peligrosas. Llego a la avenida. Un vehículo pasa sobre un charco salpicándome.
Es como si el mundo me hubiese escupido.
Cruzo por el puente peatonal. Me siento incomodo,
el mundo me estorba ¡lo siento demasiado cerca de mi! No respeta mi espacio
íntimo; se estrecha a mí alrededor. Sufro un ataque de claustrofobia a media
calle. ¡Le escupo al mundo! Le escupo de regreso. ¡Le escupo…! y cae en mi
zapato.
Me meto en la primera tienda que veo. Tengo que comprar
unos cigarros. Entro olfateando la nicotina con desesperación. Dirijo mi mano
hacia las cajetillas, mientras con la otra hurgo en mi pantalón en busca de
dinero.
Entonces me detuve en seco al sentir en la primera
mano un objeto frío e impersonal. Abrí la mano, miré, tan sólo era una barra de
chocolate.
Por fin saqué el dinero, y aparecieron unas cuantas
monedas. Me asalta una repentina sensación. Ya no estoy tan seguro de querer
separarme de ellas. Dormían cálidamente al fondo de la bolsa del pantalón y sin
pensarlo las he despojado de su refugio. Se ven tan inocentes. Son pequeñas y
tienen frío. Despertando de su sueño, la más pequeña abre la boca intentando
decir algo. Con su tierno balbucear me dedica unas palabras.
-¡Chinga tu madre!
Sin pensarlo más pago el chocolate y al hacerlo,
noto algo que no había notado nunca. Del otro lado del mostrador había una
mujer. Al verla, fue como si la mitad de toda la belleza hubiera muerto para
cederle su lugar a ella y la odié un poco, porque a la vez, sentí en mi pecho
un fuerte deseo por poseerla.
Mientras me cobraba me regaló una sonrisa de
cortesía, de esas que te regalan las personas que no quieren parecer
antipáticas. Me detuve a admirar las pequeñas motitas rojas de su cara al momento
de recibir el cambio.
Rápido, piensa en algo inteligente que decirle.
¿Has notado lo feo que se ha puesto el clima?
No. Muy estúpido.
¿Sales con alguien?
Muy precipitado.
Nena, ¿no me encuentras atractivo?
Eso es aún más estúpido.
Si huyeras conmigo, yo cuidaría de ti.
Eso sería mentira.
Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida y
si estas libre me gustaría conocerte.
Demasiado sincero.
No cabe duda, que lo más inteligente que puedes
decir en estas ocasiones es: -hola...
Pues, no me siento muy inteligente.
- ¡Hola!
Responde cerrando los ojos a la vez que meneaba la
cabeza y sonreía. Esta vez era una sonrisa genuina, de esas que te brincan a la
cara y a golpes, te obligan a sonreír.
- Perdón, paso muy seguido por aquí y este... pues
realmente no te había visto.
- ¡Nop! Mi tío es el dueño, sólo vine a tomar unos
cursos y me haré cargo de la tienda en mis ratos libres.
- ¿No conoces la ciudad?
- Puees... nop. Era muy pequeña la última vez que
vine, así que, creo que eso cuenta como: nop.
¿Nop? ¿Qué clase de persona dice eso? Una muy
atractiva.
- ¿No te molesta si me atrevo a ofrecerme para
mostrarte la ciudad?
- ¡Nop!
Continúo mi camino. Las sombras brillan en tonos
plateados, el sol ilumina mis pasos y me acaricia. Por un momento da la
impresión de que todo es absolutamente perfecto. Ni un crepúsculo esmeralda, ni
los tres colores que le faltan al arco iris, ni una sobredosis de heroína, podrían
ser más hermosos, ni más extraordinarios que este momento.
Es en estas ocasiones cuando sabes que vas a
despertar de un momento a otro.
Escrito por OMEGA
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