-¿A dónde vas andante?
A lo que respondí girando nervioso, brincando del susto y el
encanto proveniente de sus secos labios
-Alma en pena, alma errante, me dirijo a apuñalar el pecho
de mi amante.
Y la tuerta noche me miró con su único ojo mientras los
ángeles iluminaban el horizonte estrellándose en el mar que lloraba por
quererte y no poderte desear.
¡Oh Emily! De aquella lejana tierra encumbrada y perfecta,
que extraño y añoro, ¡Oh Emily! viva prueba de aquella maravillosa tierra,
maravillosa como ella misma, en sus entrañas flamígeras, esconde un secreto
mortífero.
¡Oh Emily! Emily como heraldo de la muerte, como cuervo sin
alma y sin razón. Y yo te dije, te dije una de aquellas horas peligrosas y
mortales: –¿Quién te rompió el corazón?
Y agazapada tu alma en la mas profunda soledad, me clavó el
dedo en una de mis mas corroídas llagas haciéndome sangrar, y mentiste: –No tengo
corazón, corazón, no tengo. Es el abismo negro mi alma y lo que encierra en mi
pecho es poco menos que una húmeda pieza de carbón.
Y el aislamiento, confidente mío, es mi único amigo, y el
dolor mi único amante. Vete ya pues farsante, no me hagas hablar, no me tengas
simpatía, no me mires de ese modo, no me sonrías ¡No me toques! ¡Huye de mí!
¡Tunante!
Emily con arañas en el rostro, ¿por qué vienes aquí
entonces, y me buscas?; cuando termines conmigo te iras con otro. Azuzada por
el hambre, atizada por el cruel látigo del frío. ¿Por que no te abandonas? ¿Por
que no te rindes a mis brazos amor mío?
Me miraste con tus ojos negros y dijiste: –No. Tú que has
atendido, tú que te conmueves por esta sombra gris en el lodo, si pudiese te lo
daría todo. Pero no puedo.
Bella nombrada Emily, como garfio en la orca, cuelgas
transparente, coqueteando con la boca amarga de la mala suerte. Como libro
abierto cuelgas con tus páginas desgarradas, repletas de historias en lágrimas
narradas, a la espera de que algún lector se atreva a mirar, y quien lo haga,
se encontrará las más terribles cosas. Si, las más terribles y las más
maravillosas.
¡Oh Emily! ¡Desdichada flor del abismo! Inoportuna
desafortunada, como puñal en mis entrañas te clavas en mi alma en terciopelo
recubierta de temores.
¡Oh! Pobre alma mía partida y perdida, sin alivio y sin
perdón. ¡Que se derrita y se diluya si en su dicha no está tu corazón! Que se
pierda acuchillada, que languidezca desangrada. Pobre espíritu mío sin
aliento y sin tu amor.
¡Oh Emily! ¡Triste muerta en vida amada mía! ¡Que me aterra
tenerte y me quiebra perderte! ¡Asesíname ahora! Con tu dulce boca emponzoñada,
o piérdeme para siempre. Finiquítame y vuelve como cuervo a los negros ojos
dominantes de la mala muerte.
¡Aniquílame pues Emily! Inyecta tu veneno, si sólo así he de
hacerte sonreír ¡Clava la poción de tu desdicha en mis entrañas, báñame con tu
dolor, rocíame con el perfume de la muerte! Y en la mutua desdicha encontremos
el consuelo del amor: -te dije.
Y tus nacarados dientes afilados, se clavaron justo a un
lado de mi alma, desgarraste mi carne en esa apartada esquina, esa oscura
madrugada en ese lúgubre hotel de paso.
¡Oh! Emily como la fortuna negra, como la sombra de mi
estampa, jamás podré apartarte de mí. Con tu miel como ponzoña infectaste mis
sentidos, mi carne, mis entrañas…
Y el reflejo de la luna irritada brillaba en mi sangre
salpicada sobre el suelo de caoba, y el reflejo de mi alma aterrada gritaba,
gritaba: ¡llévame contigo! no dejes que nos separe el olvido, y mis ojos
angustiados… se apagaron. ¡Oh…! Emily.
La oscuridad como tu abrazo... Emily, la oscuridad como tu
beso apasionado, y mi cuerpo en el piso tirado.
Desperté buscando a mi dama ¡Oh Emily! y me encontré con que
entre sombras, siguiendo a la noche marchaste de regreso a los fúnebres
dominios de la mala muerte.
Dejando en mi pecho esta flama lóbrega, oscura como el
aliento del infierno, me abandonaste a mi suerte dejando dos pequeños puntos
carmesí perdidos en mi blanco cuello que bailan separados, distantes pero
acompañados. ¡Te fuiste! ¡Oh Emily! Dulce hada negra mía.
Y contigo acuchillándome en la cruel memoria, regresé a casa
¡Oh Emily traidora! Desnudo y desarmado, me enviaste de regreso con el bien
amado. Pero no me resigno. Necio como soy, ¡Oh Emily de ojos finos!, mientras
al anochecer me corto las venas, espero que el olor a sangre esparcido por el viento
te fustigue, espero a que vengas.
Y mi amante duerme tendida, segura e ingenua, triste alma
sin pena, que entre sueños, pienso intuye, el largo camino fuera del infierno
que le espera.
FIN
03/marzo/2008
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