-Una rebanada de nada y un vaso de ni puta madre
–digo respondiendo a la primera pregunta de klausan.
-Puedes comer de todo lo aquí dispuesto –dice desde
su trono.
-Conejo dijo que no tocara nada…
-Mi segunda pregunta –dice interrumpiéndome-,
¿alguien espera tu regreso?
Dud es la primera persona en la que pienso. Mi
único amigo que me obliga a beber vodka a pesar del dolor de cabeza que me
causa. Luego pienso en mi familia, primero en mis primos, en mis tíos; los voy
repasando uno a uno en mi mente como quitando las capas de una cebolla hasta
llegar al centro: mis abuelos, y de ahí mis padres.
A mi padre tiene años que no lo veo. Desde que me
desheredó por ser homosexual.
“No soy gay”, traté de explicarle.
“Te vistes como un maldito puto, no sales con
mujeres, te lo pasas cepillándote el cabello, maquillándote la cara y
escuchando música de travestis”, decía él.
“No son travestis, son Kiss”.
“¡Son unos malditos mariquitas!, no quiero que
vuelvas a buscarme, jotito…”, y esa fue la última vez que lo vi.
Todo por llevar la greña larga, ser tímido y querer
verme como Gene Simmons.
En cambio, mi madre… Recuerdo sus suaves abrazos
que pronto se convertían en intentos de asfixiarme con las almohadas: “¡¿Porqué
no eres normal?!”, decía enfurecida. “Sólo me gusta el rock n roll”, decía yo
tratando de soltarme.
“Es música del diablo”, repelaba ella para pasar de
la violencia al llanto, de la alegría al enojo, y del amor al desprecio. Y con todo y su maldita locura es la única
pariente que visito en navidad. Aunque eso siempre parece incomodarle, y sólo
la veo sonreír cuando me despido.
-No… -digo bajando la mirada. Klausan sonríe revolviéndose
en el aire.
-Tus preguntas –dice.
-¿Cómo consigo la llave?
Flota hasta mí con suavidad. Como una sábana blanca
desgarrada hundiéndose en una alberca. Acerca su boca a mi oído:-Pídesela a Conejo, la tiene en su
bolsillo.
para mi si es homosexual
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