-Te invitaría a cenar una hamburguesa pero no tengo varo –dice
el conejo al entrar en su madriguera-, pero sírvete lo que quieras. Asalta el
refri, voy a cambiarle el agua a la conejera –y se mete al baño.
Peculiar estilo para una madriguera. No está en un hoyo bajo
la tierra. Desde afuera parece una gran roca con puertas y ventanas, por dentro
es una casa de interés social. Curioseo un poco buscando la nevera: dos
habitaciones, un baño, área de sala comedor donde únicamente hay un tapete y una tele. La cocina tiene una
barra de piedra, y un pequeño refrigerador que sólo contiene una jarra con agua
simple y helada. Se me destemplan los dientes al probarla.
-¿Encontraste algo? –dice Conejo apareciendo de la nada.
-Agua fría… -le digo. Haciéndome a un lado se asoma al
interior.
-No buscaste bien, aquí hay que meterse hasta el fondo –dice
metiendo la cabeza, los brazos y el tronco hasta la cintura.
-¡Empújame un poco! –Grita-, ¡creo que veo algo en el fondo
pero no lo alcanzo! –lo tomo de las piernas peludas y pujo para meterlo casi
por completo.
-¡Lo tengo! ¡Sácame! –y sin soltarlo de las patas lo jalo
hasta que es capaz de incorporarse.
-¡Mira lo que encontré! –dice entusiasmado mostrándome una
copia de Chasing Amy, película de Kevin Smith.
-¡Hey, me encanta es peli! –le digo arrebatándosela. Al momento
se dirige a instalar su reproductor de dvd’s.
-Es genial –dice –no recordaba donde la había dejado.
-Si es genial, pero ¿Qué vamos a comer?
-Nimiedades, ahorita preparamos unas sopas instantáneas…. ¿me
prestas dinero?
-Mejor vamos por esas hamburguesas –respondo, y vamos.
Ya de regreso, comiendo y mirando el televisor, no puedo
evitar pensar en Filiberto, hijo de unos amigos de mis padres. Era 1998, me
acaban de comprar “Clerks” de Kevin Smith. Fili me invitó a dormir con él, dijo
que jugaríamos toda la tarde. Yo no quería ir, quería ver la película, el niño
ni siquiera me caía bien. No lo conocía ni le tenía confianza. Sus padres dijeron
que la podríamos ver juntos, y los míos me animaron a que hiciera un amigo.
“Primero jugamos lo que yo quiero y luego vemos tu película”,
dijo llegando a su casa.
Armó su autopista y comenzó a jugar con su coche a control
remoto. Al rato pregunté: “¿ya puedo jugar yo?”.
“No. Todavía no te toca”, dijo.
Pasé la tarde mirando su coche dar vueltas en la estúpida autopista
de juguete hasta que llegó la hora de dormir. Cuando su madre nos mandó a la
cama, le pedí que me pusieran mi película: “no”, dijo ella, “tuvieron toda la
tarde para eso, pero prefirieron jugar”. Como si yo hubiera tenido opinión.
Metidos en la cama le reclamé a Fili: “ni me prestaste tu
control, y por tu culpa no vi mi película”.
“La única razón por la que te invité a venir, es porque tu
papá es jefe de mi papá”, dijo, dio media vuelta sobre la cama y se durmió. Usado
como herramienta política por un niño de mi edad, me sentí traicionado e
indefenso. También me giré, pero sollocé antes de poder dormir.
Cuando desperté Conejo me brincó encima. Me había quedado
dormido a la mitad de Chasing Amy
-¡Excelentes noticias! –dijo sacudiendo su cola de algodón.
-¿Estoy muerto?
-¡Aun mejores! Klausan mandó por ti, ¡quiere hacerte otra
pregunta!
Nos tomamos un jugo de zanahoria, y nos pusimos en marcha.
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