Me levanto de golpe. Apenas dejé una gota de sudor en la
alfombra manchada. Los tipos se dan media vuelta y regresan a sus hoyos, a lo
que parece una orgia de serpientes. Y frente a mí, entronada en una copa
gigante o algo que se le parece mucho está klausan.
Es apenas una silueta con una sonrisa sencilla. Es como una
bruma que gira sobre su trono de cabaret. De pronto me mira de pie, al instante
se desvanece y ahora me ve acostada sobre su espalda, jugueteando con las
piernas en el aire. Se disipa de nuevo girando sobre sí misma como una bola de
humo al ritmo glam de los 70´s. Eso precisamente… es como el humo de un
cigarro. Las sombras le dan volumen a su cabello blanco y a su cuerpo. Es etérea
En un segundo se evapora de su trono para aparecer frente a mí.
Pone su mano en mi hombro y flota a mí alrededor. Su toqué es helado, pero da
más miedo que frío.
-Una pregunta y una pregunta –dice-, primero yo. -Su voz es peor
que su toque- ¿Qué quieres?
La miro directo a sus ojos huecos que no son nada más que círculos
formados por humo enclaustrando una abismal oscuridad.
-¡Anda! –me dice Conejo dándome un golpecito con su pata en
la espalda.
-Volver a casa… -digo.
-Ahora tu pregunta –dice Klausan flotando de vuelta a su
trono encopado.
-¿Qué lugar es este? –ella sonríe. Es una sonrisa vacía,
pero es lo único que no da miedo.
-Al fondo hay una puerta con llave–dice señalando a la oscuridad-,
dentro de ella hay otra puerta. Ese es el camino a casa.
-¡¿Y cómo consigo la puta llave?! –inquiero. Ella se
revuelve.
-Una pregunta y una pregunta. Vete y regresa cuando tenga
algo más que preguntarte –dice y desparece.
-Vámonos antes de que me cague encima –le digo al Conejo abriéndome
camino entre los andróginos hombres reptil que ya nos cierran el paso. Conejo
me sigue. ¿Y qué te pareció Klausan? –pregunta.
-Sexy.
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