lunes, 10 de enero de 2011

De cierto solo supongo

A pesar de estar solo, con dolor de cabeza y cigarro en mano, siento que me muero. El despertar de madrugada y sentir el vacío en la cama -que habita en mi corazón-, a pesar de haberle negado el contrato de arrendamiento y haber interpuesto una demanda desesperante de compañía…

Ahora que está aquí, cuanto más cerca está el día, más lejos vive mi alegría. Dijo que el cuarto era muy pequeño, que dos no cabían en ese espacio tan grande para dar, y tan pequeño para recibir.
Tuvo tanto de todo… que poco a poco se fue haciendo más pequeño.

Primero, cerró la puerta delantera -era muy grande-.

Después, la lateral -nadie la usaba-.

Y lo único que le quedó fue ese pequeño tragaluz -sólo daba espacio para respirar, ver las estrellas, soñar con ellas y despertar-, encerrado entre muros e ilusiones, cafés y decepciones.

Muchas veces se cayó de la cama; tal vez para no seguir soñando, o para sentirse volando. Cayó tantas veces que prefirió bajar a dormir al suelo, para sentirse seguro y no interrumpir ese sueño que lo mantenía vivo.

¿Cuantas veces creyó encontrar la salida a ese encierro autoimpuesto?

¿Cuántas veces vio la luz?

Tal vez tantas como las que lloró por ese dolor en el pecho que abría en dos pero no mataba -sólo permitía saber lo que se siente morir-.

¿Por qué cerró esa puerta con llave, y luego la tiró?

¿Por miedo a perder todo lo que no conocía?

Tal vez, un día decidió escapar, partir a lugares desconocidos. Intentar respirar de nuevo.

Rompió todas las puertas.

Volteó la cama.

Se quitó la ropa.

Entonces, despertó

Para recibir estas fumadas de peyote en tu mail, pidelo en comentarios

No hay comentarios:

Publicar un comentario