jueves, 2 de septiembre de 2010

Mabarok

Ya estaba confirmado. Después de nueve días de espera, había recibido una carta confirmando su sospecha. Ese día, desde que Turok le diera la instrucción había cabalgado sin descanso. Cruzó la amplia zona rural, llegó a la zona comercial, donde mató a un par de guardias para ingresar a la lujosa área residencial. Se vio fuertemente tentado a quedarse ahí. Robar a unas cuantas personas, mandar al cuerno a Turok y hacerse pasar por ciudadano de Belial, pero no. Sabia que Turok lo encontraría y castigaría, así que siguió hasta el ultimo muro interno. Aquel que separa los hogares de los ricos, de los hogares de los nobles, tallados en la montaña. Ahí matar no fue suficiente, así que tuvo que sobornar. Pidió una entrevista con el senescal para su amo. –La gente viene aquí y pide muchas cosas-, le dijo el alcalde, -pero no por ello se las damos-. Había sido un viaje de tres días. Había dormido en su montura mientras esta corría sedienta por las calles, tuvo que matarla cuando ya no pudo continuar, cargó a Conejo Blanco el resto del viaje, y Turok estaba a unos pasos de alcanzarle. Un no era un lujo que no podía darse. Tuvo que volver a sobornar. Está vez fue un soborno muy costoso.

Hasta ese punto todo iba según lo previsto. La cita fue pactada para realizarse 10 días después del cohecho. Turok no vería al senescal, si no a su regente. Éste decidiría si la mercancía del nómada era digna de mostrar al señor de la ciudad. Hasta ahí todo iba según el plan, salvo que ya habían trascurrido nueve días, y Turok no aparecía.

Dos días después de su entrevista con el alcalde, Mabarok comenzó a preocuparse. Se suponía que sólo iba un día delante de Turok y los otros. Sabia que si él había llegado hasta ahí, Turok también podía hacerlo. Preguntó a los cortesanos que sucedió con Aryu-Guom en la batalla, pero los nobles no tenia idea de lo que sucedía en el mundo más allá de su ciudadela en la montaña.

Temiendo lo peor sacó una lagartija mensajera de su bolsa. Estaba famélica, sus escamosas alas verdes estaban amarillentas. Olvidó alimentarla por alimentar a Conejo. No sabia si llegaría a su destino, pero por ahora no tenia otra opción. Una semana después, la lagartija regresó aleteando. Se posó en la ventana de la torre donde lo hospedaban y leyó la confirmación de su sospecha: Turok desapareció combatiendo a Aryu-Guom.

La carta laureaba al diablo caído como un héroe mitológico, y a él como un gran guerrero por haber combatido hombro a hombro con Turok. El mensaje le expresaba gran cariño y admiración de sus compatriotas quienes lo invitaban a volver a casa con premura. Pero él estaba ahí, había quedado en la ruina para estar a un día de ver al regente; sin Turok que se quedara con la gloria y las ganancias, con un demonio que, de pertenecer a la familia que se pensaba, valdría su peso en jaspe, hematita, y jade. Incluso podría ser que le pagaran dándole un titulo nobiliario y podría vivir en la montaña de Belial (tanto lujo era engolosinarte para un nómada. Era como un sueño) pero que… - si no es lo que dices… serás desmembrado por quitarle el tiempo a tu señor-, había sido advertido por el alcalde.


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