miércoles, 14 de julio de 2010

Michelle.

Zack & Michelle
Tras erguirse vencedor en la segunda guerra del cielo, Dios castró a su padre y encerró a aquellos que no perecieron en la batalla en el centro de la tierra. Y durante miles de años los titanes se consumieron así mismos en agónico rencor al Todopoderoso y sus creaciones mundanas: las criaturas del paraíso.

La razón por la que odian a estas criaturas es un misterio, quizá porque ocuparon su antigua morada, pero ninguna causó tanto recelo y escozor como la ultima de sus creaciones en la tierra: el hombre. Y desde el fondo del Tártaro observaron la caída del hombre y su expulsión del Edén. Se regocijaron en su agujero de suplicios al ver que había un ser que odiaba más a Dios y a sus hijos terrestres que ellos mismos… Se sorprendieron que a pesar de su derrota ese ser no hubiera sido domado y enviado al calabozo con ellos. En él, vieron la debilidad de Dios y esperaron porque eran demasiado fuertes para mantenerse encerrados eternamente. Poco a poco fueron escapando de su prisión. Se escondieron en la naturaleza junto a las criaturas del mundo que tanto detestaban.

Ocasionalmente mostraban su devastadora cara y su furia a los hombres. Estos, temiéndoles les dieron mil nombres: Océano, Rea, Tetis, Tea, Tifón, tormenta, terremoto, incendio, sequía, inundación: catastróficas fuerzas de la naturaleza.

Algunos pueblos incluso los consideraron dioses e intentaron apaciguarlos con sacrificios y rituales. Pero hubo otros que quisieron usarlos en su benefició.

Valiéndose de mágicos rituales y artimañas lograron engañarlos y contenerlos en vasijas. Pero contenidos de ese modo, aunque inofensivos, no podían usarse como armas. Así algunos se mantuvieron en depósitos de barro y de metal, y otros pasaron al interior de animales e incluso humanos de quienes se dice, fueron grandes reyes y héroes de otros tiempos.

Siendo inmortales sólo tenían que ser pacientes. Al morir su portador quedaban libres para devastarlo todo, por ello aquellos que llevaban la carga de su poder confiaron su misión y su deber a las siguientes generaciones. Y lentamente, a través de los milenios, la pista de los portadores se perdió.

Hace unos meses un vagabundo enfermo, al ver próxima su muerte tomó a la única criatura en el mundo que sentía algo por él: su gata negra. La cogió con violencia de las mandíbulas y le metió la lengua hasta la garganta. La gata sintió que su estomago se inflamaba mientras maullaba, aruñaba y se retorcía, hasta que el hombre la soltó presa de un estertor mortal. Esperaba que su gata contuviera en su pequeño cuerpo el poder que le había confiado. Pero estaba embarazada.

Cuando Zack regresó a casa se topó con el cuerpo de una gata negra muerta en las escaleras del edificio donde vivía. Se horrorizó con la imagen de el animal ensangrentado, reventado desde dentro, como si un maldito alíen le hubiera brotado de la barriga.

Llevándose el brazo a la nariz esquivó el cuerpo y mientras hurgaba en su gabardina buscando las llaves escuchó un pequeño maullido. En la sombra de una maseta vieja había un par de diminutas lucecitas verdes. Se movieron saliendo de la oscuridad.

“!Diablos, un gatito!”, pensó en ese momento.

-Así que está era tu mamá- dijo retórico tomándola con cuidado. La criatura tenía el pelo lleno de una cosa pegajosa que olía a sangre, e inmediatamente la devolvió al piso.

-¡Yiack!- exclamó -¿Qué rayos pasó aquí?

Zack amaba a los gatos. No hace mucho su novia lo había abandonado llevándose a La Nena y a la Chirris, sus dos gatas que quería como hijas.

-No podemos dejarte aquí.

Se quitó la gabardina y la levantó con ella.

-Las meteré a ambas a la lavadora… Apestas-. Sonrió mirándola fijamente y el animal le sonrió de regreso.

Era un hermoso felino de pelaje gris y blanco. Un gato común. No se molestó en calcular la edad que tendría porqué tenía los ojos abiertos, aunque era obvio que no tenía mucho de haber nacido: cabía en su mano. Hurgó en los genitales del animal.

-Así que eres niña… -suspiró -ya te encontraremos un nombre.

Entró al edificio cargando a la recién llegada, ignorando el cadáver en la entrada.



Zack no era observador por naturaleza, pero si se hubiera enfocado en el cuerpo inerte hubiera notado que no había reventado desde dentro, había sido comida desde dentro. Si no hubiera estado tan enfocado en sus problemas se habría dado cuenta que la cría se lamia las patas saboreando su ultima comida.
Horas después, mientras lavaba la chaqueta y bañaba al felino, oyendo una de sus bandas favoritas de rock n roll, encontró el nombre que habría de llevar la portadora de la fuerza mas temida por el hombre: la oscuridad.

Su nombre es Michelle. Y Michelle está a gusto con eso.

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