...deja acordarme de ese día, era 31 de octubre eran las 10.30, fui a casa de mi novia y no me abrió la puerta por que estaba con otro. Esto me recordó cuando me acurrucaba en los brazos de la enfermera de la primaria, mi alucine difuso.
Pero creo que eso no me va a subir la moral. Soy un péndejo cuantas veces he fracasado, cuantas veces me escupieron y me golpearon.
Cuantas veces cometí errores estúpidos por tan solo ser un niño. Cuantos labios mi boca mancillo estúpidamente.
Cuantas mujeres he tenido, muchas me han querido y termino con esta que en estos momentos esta con otro menos péndejo que yo.
Después de platicar con un amigo, me ha hecho ver que en realidad no valgo nada y nada vale la pena. Oscuridad, caminaba por una calle o boulevard, que lejano se ve el otro lado, como cruzar un puente para arreglar mi vida.
Sirenas, escucho muchas sirenas, me siento cansado, tengo mucho dolor, alguien me pregunta mi nombre, ¿ será un policía vestido de blanco?. Bajo mi vista y todo desaparece.
Al cerrar los ojos sentí descansar una eternidad. Al abrirlos me encontré en ese lugar lleno de gente a la que no conocía, todos reían y hablaban de ese momento que pronto habría de llegar.
Estaba tan somnoliento, confuso, como si me hubiera bebido un par de litros de alcohol yo solo. A la lejanía y entre las risas alcancé a escuchar las campanas de esa iglesia de la cual solo alcanzaba a distinguir su silueta. Raro, ahora recuerdo no tenia campanas.
Todos se acercaron a esa puerta que hasta ese momento estaba cerrada, una extraña puerta de madera, muy rustica, vieja. Empezó a abrirse. Desesperado, creí que el fin si había llegado. Pero la alegría de los demás contrastaba con mi miedo, se besaban y abrazaban como si estuvieran naciendo a un lugar donde todo se les seria permitido.
Avanzaban a tropeles a través de esa puerta, como en otros lugares el mas fuerte avanzaba primero, no había orden, todo era un caos de alegría, al caer y ser pisoteados sonreían ante la posibilidad de levantarse y atravesar ese umbral que los separaba de lo que tanta euforia les producía.
Atravesé esa puerta y por extraño que pareciere reconocí la ciudad donde tantos años viví y entendí el estado en el que me encontraba. Reconocer los rostros ocultos detrás de una mascara, entendí que era otro ladrillo mas en la pared.
Era primero de noviembre, entonces supe por que todos adoramos a la muerte antes de encontrarla. Camino por las mismas calles acompañado de personas que creían que yo sabia lo que pasaba. No asociaba los lugares con ningún sentimiento, a pesar de haber estado ahí momentos antes; esa joven que sonreía acomodándose el cabello, estando en la cama, desnuda, disfrutando de la compañía de un hombre que no era el que debería estar ahí.
se peina frente al espejo, parece no verme, ella sonríe. La veo por un instante, mas algo parece hacerla feliz.
Parecen sonreír en silencio, descuelga el teléfono y al escuchar entre risas lo que le decían, comenzó a llorar.
Seguí mi camino sin importar lo que ahí sucediera después. Confiado me uno a la gran fiesta que se celebraba en mi honor, yo era él más nuevo, el recién llegado. Aun que aun ahora no sé a donde. Seguí la turba enloquecida entre olor a incienso y a dulce caña. Que en los altares de toda la ciudad estaban para ofrendar a los muertos; aquellos caídos en masacres, los muertos por querer gobernar y los que murieron sin dejar huella de su paso por este mundo.
Alguien me ha tocado la espalda y oí una voz que me decía. ¿ No vas a ir a cenar a tu casa?, Al voltear me di cuenta que ella no era como nosotros, me sonreía como si me conociera mucho antes de que yo tuviera conciencia de mí mismo.
¡Vamos Yo te acompaño!
Me tomo de la mano y me fue guiando por esas calles que yo conocía y no tenían ningún sentido para mi, me señalaba lugares y me contaba alguna anécdota que yo había vivido en ellos, sin embargo al llegar a la esquina de la calle, esa casa llamó mi atención. Me provocaba sensaciones que no entendía en ese momento, la casa estaba vacía, una veladora encendida en un pequeño altar.
Me di cuenta que estaba solo, ya nadie me acompañaba, nadie tomaba de mi mano, mas alguien susurro mi nombre. Los vi, eran muchos, yo los conocía a todos, lo extraño es que ellos estaban muertos. Reían y cantaban, poco a poco me fueron arrastrando en su alegría, al darme cuenta estábamos de nuevo en la calle, nadie decía nada, solo se divertían. Vagamos entre el olor a incienso hasta que llego el día.
Estaba cansado, la alegría se tornaba en tristeza, todos caminaban hacia la puerta. en mi cansancio me recosté bajo un viejo árbol y dormí...
Al abrir los ojos otra vez era de noche, ya no había fiesta en todas las esquinas, al recorrer las calles vacías, vi que las velas se habían apagado. Ya no había altares, todos dormían tranquilos. a lo lejos escuchaba risas y alegría...
Confiado entre en ese lugar donde todos eran diferentes a mi, un extraño perro se acerco restregándose a mis piernas. Las personas que ahí estaban me recibieron ofreciéndome un vaso de alcohol, un cigarro y su compañía, contaban sus historias y su vida. Yo los observaba callado pues no-tenia nada que decir, mas sin embargo me divertía el estar ahí.
Los disfraces y las pinturas en sus caras me hacia sentir uno de ellos. Bailamos y bebimos. Uno de ellos me dijo que contara algo, y como lo unico que recordaba era la noche anterior, les relate mi historia. Al principio se asombraron, después sonrieron. Entendían lo que yo no, pero tampoco pudieron explicarme.
Ya casi amanecía y parecía que la fiesta ahí no terminaba nunca. Pero algo me decía que tenia que marcharme, no quería. Me levante y pasando sobre el perro que sé había echado a mis pies camine hacia la puerta. entre los gritos de despedida oí a uno de ellos que decía.
El próximo año al sonar las doce, te esperamos aquí...
... así lo conocimos, a ese amigo sin nombre que año con año al sonar las doce aparece contando siempre la misma historia y que antes del amanecer se va...
... pero como decirle a un amigo, que esta muerto, si cada 2 de noviembre, él nos hace recordar que estamos vivos...
hey
ResponderEliminarAdemás de describirte a partir de las palabras de una sirena suicida e inconsolada por Odiseo, de demeritar, en entradas pasadas, una de las novelas más emblemáticas de la literatura de la onda y de ficcionalizar tus anécdotas, ¿podría precisar que autores para usted se salvan de la triste suerte que embargó a José Agustín?
ResponderEliminarFarfalla
Creo que el Conejo Blanco no espera "ovaciones", por eso no revisa ni contesta sus comentarios.
ResponderEliminarFarfalla
Disculparas mi buen Farfalla el que no haya leído antes tu comentario pero esta configurado para que lleguen las notificaciones a David Fernandez quien es el que administra el Blog y no ha tenido cabeza últimamente para lo mismo. La tumba de Jose Agustín "a mi gusto" dejo un sinsabor al terminar de leerla, un sentimiento de perdida de tiempo y de verdad que no podría hablar de autores por que todos hasta el mismo Jose Agustín me merecen el respeto como simple aficionado que soy. Gracias por pasarte por aquí, comentar y ciertamente, no espero ovaciones gloriosas bien apuntas que solo son anécdotas, las cuelgo aquí por tenerlas en algún lugar nada mas.
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