La siguiente historia puede resultar perturbadora para algunos, se recomienda discreción.
Esta es una historia real, en serio, a un amigo se la contó un amigo. A ese amigo se la contó una torta de 17 pesos.
1-La Torta de 17 pesos
Tenía tiempo que no veía a esa torta –dice mi amigo de su amigo-, la dejé de ver durante la Cuesta de Enero, que cómo sabes ahora empieza en diciembre. La última vez que nos vimos costaba 15 pesos. Era una radiante torta con queso. Ahora que me la encontraba de nuevo, no era más que un bolillo con un triste trocito de carne sin queso, de 17 pesos.
“¿Qué son dos pesos más?, ¿que son dos kilos menos?”, pensé y me senté a conversar con ella.
-¡¿Qué te pasó?! –pregunté poniéndole unos chiles pa’ rellenarla –te veo muy… muy… mal –dije titubeando. No quería decirle jodida.
-¡Uff!, tantas cosas que contar –respondió ella-. Todo va para arriba. El bolillo de un peso 20 ya llegó a uno 50; el tomate, la cebolla, la carne, el aceite, que si me pongo a decirte cuanto han cambiado las cosas, te voy a deprimir. ¡Todo subió!, pero lo peor para mí, que solía escurrir queso por los bordes, fue precisamente eso: el queso.
No amigo –continuó la torta- el queso del que solíamos disfrutar, lo encontrábamos a 56 pesos el kilo, al menos en el mercado. ¡Qué tiempos aquellos!, ahora lo encuentras a 70, y barato. ¡Pero yo estoy bien compadre! –exclamó-. Enflaquecida como me ves, al menos a mi aun me piden servicio. En cambio, se dé una empanada… Pobrecilla, quien sabe que será de ella –dijo y unas lágrimas de salsa le escurrieron por los bordes, luego me relató la historia de la Empanada de 30 Pesos.
2-Lo que contó la Torta
Erase una vez hace poco tiempo, en un Pueblo Mágico de Veracruz, que se abrió un puesto de antojitos mexicanos. Ahí uno podía hallar a la Picadita con su sombrero charro, a la Flauta con su sarape, al Huarache, a la Memela con su aire italiano, a la Quesadilla y a su hermana la Empanda.
Siendo hermanas la Quesadilla y la Empanada son muy parecidas. Ambas se sirven con queso y algún otro ingrediente, como champiñones, papa, chorizo, picadillo y vaya yo a saber con qué más. Y al salir a la luz pública las dos eran de 20 pesos, pero la Empanada era gruesa, esponjosa y radiante. Era una dama alta, de 30 centímetros, y muy elegante; rebosaba repollito y crema en su espalda. Su hermana, que también era sabrosa, era una cosita de 10 centímetros. Y careciendo de los modos de la hermana, se presentaba sin el menor adorno ante la gente.
Con estas diferencias, las personas solicitaban cada vez más a la Empanada. Todos disfrutaban mucho de su compañía, mientras que la Quesadilla pasó a ser casi olvidada.
-¡No te acongojes! –decía la Empanada a su hermana- que yo apenas y tengo tiempo de complacer a tanta gente. Me piden tanto que a veces salgo con retraso. Me gustaría mucho que me ayudaras un poco.
-A mi también, a mi también… -murmuró la Quesadilla. Pero la Empanada no se quedó a escucharla, había salido corriendo a atender a otro cliente.
De tal modo pasaron los días en la cocina del lugar. La Cocinera se encontraba tan complacida de su Empanada que presumiéndola se olvidaba de ofrecer los demás antojitos, que vivían en la congoja. Las únicas que no se amilanaban eran las Bebidas.
Ocurrió entonces que llegó diciembre, y con él, la Cuesta de Enero. Todo subió de precio, sobre todo el queso, ingrediente primordial para la Empanda.
De tal modo la Cocinera se vio obligada a hacer algunos ajustes, y como la Empanada era su orgullo, confió en ella el futuro del negocio. De 20 pesos, la puso en 30. Pensó que con lo que ganará de ella, compensaría el costo de la Quesadilla. Sin embargo, como dicen los que saben, aumentó en un 50 por ciento su valor, y por más sabrosa que fuera, espantó al consumidor.
Su prestigió no tardó en ser superado por el de su hermana, la Quesadilla de 20. Tanto, que llegó el momento en que casi nadie pedía el favor de la Empanada.
-¡Tanto te ufanabas de tu éxito hermana mía! –Le decía la Quesadilla-. Ahora, mírate. Nadie te pide, y si lo hacen te comparten entre dos. A mí, ¡a mí!, me piden de dos, ¡a veces hasta de tres!, ¡y ahora me voy, tengo clientes que atender!
Pero llegó enero, y al ver el repentino éxito de su Quesadilla, la Cocinera decidió hacer otro ajuste más. La emparejó con su hermana en 30. Con ello la gente comenzó a probar otros antojitos, no siendo ninguno tan bueno y llenador como las hermanas el lugar quebró en febrero. Y todos se quedaron sin hogar… -dijo la Torta-. Quien sabe que será de ellos.
3-Plan de Austeridad
Así finalizó la historia que una Torta le contara al amigo de un amigo. Mi amigo me la contó hace poco, una noche. Hacía frío y hambre. La neblina no me dejaba ver mi propia nariz y los gruñidos de la panza no me dejaban oír mis pensamientos. Siendo así fuimos por unos tacos de 13 que ahora son de 15.
No pedimos bebidas por el aumento de precio. De ese modo, mientras se ahogaba con un trozo de pepino, mi cuate me dijo tosiendo:-Oye, cof, cof, cof… tú que fuiste a la universidad y conoces gente entendida en cosas de la polaca, ¿a quién beneficia el Plan de Austeridad de gobierno del Estado?
-A nosotros no –le dije-, a nosotros no.
FIN
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