martes, 27 de julio de 2010

Belial

Belial fue uno de los conquistadores. Había tomado la gran ciudad tras un asedio que duró seis siglos. Sin embargo… había una amenaza. Se contaba que más allá del río Estigia, en los campos de la región conocida como Edén, existía una ciudad gemela que recuperaría la conquistada.

El ángel declaró que habitaría en su ciudad y le pondría nombre hasta haber tomado a la ciudad gemela. Se cuenta que en su cruzada conquistó las grandes regiones Siria, Persia, Mesopotamia y otras que se volvieron leyenda. Pero el conquistador nunca volvió… Hay quien dice que aun busca la ciudad que lo amenaza, hay quien dice que ya está muerto. Desde entonces la ciudad está regida por senescales, y simplemente se le conoce como la ciudad de Belial.

Día con día, en todo momento miles de peregrinos, caza recompensas, comerciantes, turistas… viajeros de todo tipo se aglutinaban formando una hilera sin fin en la cara externa de las murallas de la ciudad.

“Me gustaría ser gato”, pensaba Zack mientras se mezclaban en el interminable río de caravanas que buscaban entrar, “apuesto que Michelle no haría filas. Simplemente caminaría entre las patas de éstas cosas y ya”.

Les decía “cosas” porque no eran humanos. No del todo, había criaturas aladas como ángeles, seres con cuernos y alas, y patas con pesuñas. Algunas median varios metros y tenían la piel escamosa, otros eran enanos barbudos.

Viajaban en animales similares a camellos y caballos, pero con cola de reptil o garras, u osos de grisáceo pelaje graso con dientes del tamaño de dagas largas, y garras mutiladas. Arañas gigantes llevaban sobre su espalda tiendas de campismo donde habitaban familias completas.

La fila que se extendía kilómetros hacia el este rodeaba la muralla. Parecía extenderse eternamente. Literalmente nunca terminaba. Por las noches la ciudad cerraba sus puertas dejando a cientos de viajeros en la intemperie. Entonces montaban campamentos con antorchas y fogatas para alejar a las criaturas sin nombre que deambulan en el desierto: almas, bestias, nómadas de otras eras, y demonios de otros mundos si se permite la acepción.

Al amanecer, los cientos que habían quedado fuera ya eran miles. Ni la noche ni los peligros detenían a lo viajeros. En el infierno es común que las criaturas se sientan desprotegidas, por eso buscan refugio tras las altas murallas de sus ciudades.

-La prosperidad de la ciudad es legendaria-, dijo Conejo, -de aquellos que entran pocos salen. Se dice que al atravesar la muralla hay un gran jardín donde se establecen los recién llegados. Hay campos verdes y se practica la agricultura…. También hay ganado… El jardín está separado del resto de la ciudad por una muralla interna, tras la cual están los comerciantes y mercaderes, la clase burguesa y las zonas residenciales. A ella la separa una segunda muralla de la ciudad tallada en la montaña. Se cuenta que ahí viven los ángeles gobernantes poseedores de una riqueza comparable a la del mismo príncipe. También deben encontrarse los campos militares, en algún lugar entre la montaña y las entrañas de la tierra donde están los calabozos. Ahí es a donde vamos. Se supone que son extremadamente calientes por encontrarse tan cerca del Tártaro, que como bien sabes es el centro candente del universo. Para entrar, a parte de los guardias y las trampas hay que pasar al guardián Cerbero… una bestia de tres cabezas del tamaño de un dragón… pero no debemos tener problemas en burlarlos a todos, me dijeron de un atajo que se supone está en la zona comercial. Cerca de la muralla de la ciudadela real…-.

-¡¿He?!- exclamó Zack,-¿se supone?, ¿Tártaro?, ¿calabozos?, ¿bestia de tres cabezas? ¡cielos!, he visto mucha televisión… ¡fock!, ¿Es cierto que si uno muere en sus sueños muere también en el mundo real?

Conejo Blanco lo miró intrigado pero crédulo. Se llevó la mano a la barbilla y gruñó en tono suspicaz.

-¡¿Qué?!-, dijo Zack encogiendo lo hombros.

-¿Qué es televisión?

-¿He…? No sabes que es televisión… ¿Cómo puedes no saberlo si estás en mi cabeza?-, señaló Zack con un timbre de alarma en la voz. Conejo se cruzo de brazos esperando una respuesta.

-No… mames….-, alcanzó a titubear Zack. Sentía que la sangre lo abandonaba llevándose el calor corporal. Miró al cielo infernal, estaba atardeciendo. En el infierno atardece de modo singular. Las bolas de fuego comienzan a extinguirse y con ellas la poca luz con la que cuentan los viajeros. Sintió el aire helado correr y por primera vez desde que llegara a ese lugar prestó atención al viento arañándole el rostro. Llevó su mirada a la de Conejo que lo veía con el seño fruncido. Se llevó una mano a la cara… la otra no se despegaba de su cintura. Estaba completamente anonadado. Se había tardado demasiado para ser un genio analítico. Pero simplemente no se había creído nada… Además de analítico era incrédulo, así que tampoco era de sorprenderse. Pero él lo estaba. No sabia que decir, o que pronunciar… Así que finalmente exclamó una obviedad:-no estoy soñando… ¿Verdad?

-¿Qué es televisión?

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